Ante una sociedad, donde se vulneran los derechos de los ciudadanos, derecho a la vida, a la educación, a la salud, al trabajo, al alimento, a la vivienda, a la recreación, etc. Ahí es que el individuo queda vulnerable, transitando una vida sin sentido.
En débil reacción de búsqueda del sentido perdido, a la vuelta de la esquina se encuentra con la pequeña porción que le produce un efímero tiempo de placer y escapa de esa realidad sin rumbo que le toca vivir.
Todos nos desgarramos hablando de la droga como si tuviera vida propia. Como si la misma fuese un sujeto responsable de la desgracia, de las consecuencias de su consumo, y al mismo tiempo tratamos como objetos a quienes la consumen, es tan absurdo todo esto, que se intenta recuperar al excluido con mayor exclusión (aislamiento de la familia, encierro, institucionalización).
Claro mientras no deambule por las calles está todo bien. El problema es cuando le dan el alta, lo sejan salir o se escapa y se encuentra con que la familia, el barrio, la ciudad, sigue igual, nada cambió. La desazón, la soledad, el desamparo, el vacio sigue ahí, acechando su sentido de la vida.
¿Será que no tenemos la capacidad, o nos aturdimos tanto, que no nos detenemos a pensarnos en una comunidad diferente? Que distinto sería si recuperásemos los valores morales, que sin duda están dentro de cada uno de nosotros y que en este momento están opacados y eclipsados por el consumo, porque si aún no se dio cuenta, le comento que somos un número para una estadística, de ciudadanos pasamos a ser consumidores.
En estos tiempos del consumo, están los que consumen shoppings y están los que consumen drogas.(lícitas e ilícitas).
Claro está que la droga es absolutamente mas dañina. ¿Tendrá que ver una cosa con la otra? ¿Será que el concepto de felicidad pasa por tener, poseer?
Para configurar una comunidad solidaria, respetuosa del otro, debemos empezas por casa y exigir políticas de estado que acompañen estos cambios profundos, poque de lo contrario seguiremos lamentándonos la pérdida de varias generaciones hasta que nos aniquilemos unos contra otros.
Berta Núñez
Nota publicada en La Antorcha, Setiembre 2006
En débil reacción de búsqueda del sentido perdido, a la vuelta de la esquina se encuentra con la pequeña porción que le produce un efímero tiempo de placer y escapa de esa realidad sin rumbo que le toca vivir.
Todos nos desgarramos hablando de la droga como si tuviera vida propia. Como si la misma fuese un sujeto responsable de la desgracia, de las consecuencias de su consumo, y al mismo tiempo tratamos como objetos a quienes la consumen, es tan absurdo todo esto, que se intenta recuperar al excluido con mayor exclusión (aislamiento de la familia, encierro, institucionalización).
Claro mientras no deambule por las calles está todo bien. El problema es cuando le dan el alta, lo sejan salir o se escapa y se encuentra con que la familia, el barrio, la ciudad, sigue igual, nada cambió. La desazón, la soledad, el desamparo, el vacio sigue ahí, acechando su sentido de la vida.
¿Será que no tenemos la capacidad, o nos aturdimos tanto, que no nos detenemos a pensarnos en una comunidad diferente? Que distinto sería si recuperásemos los valores morales, que sin duda están dentro de cada uno de nosotros y que en este momento están opacados y eclipsados por el consumo, porque si aún no se dio cuenta, le comento que somos un número para una estadística, de ciudadanos pasamos a ser consumidores.
En estos tiempos del consumo, están los que consumen shoppings y están los que consumen drogas.(lícitas e ilícitas).
Claro está que la droga es absolutamente mas dañina. ¿Tendrá que ver una cosa con la otra? ¿Será que el concepto de felicidad pasa por tener, poseer?
Para configurar una comunidad solidaria, respetuosa del otro, debemos empezas por casa y exigir políticas de estado que acompañen estos cambios profundos, poque de lo contrario seguiremos lamentándonos la pérdida de varias generaciones hasta que nos aniquilemos unos contra otros.
Berta Núñez
Nota publicada en La Antorcha, Setiembre 2006
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